El Coliseo Romano está derruido, sus muros son la sombra de lo que fueron. No sucede lo mismo en la Octava Maravilla: noche tras noche asiste un público feliz, dispuesto a no dejar ni una sola migaja en sus platos. Se van pletóricos, hinchados de delicias, contentos con el festín.
Desde la gran Muralla es poco lo que logra verse, en cambio, el mirador de la Octava es una Maravilla, al frente de él se extiende, diáfano, al alcance de los ojos y las manos, el Valle de Aburrá y, distinto a Machu Picchu, cuya ciudadela parece convocar historias de un pasado distante, desde los corredores de la Octava Maravilla se puede apreciar tanto el presente como el futuro de la ciudad y de las almas que la habitan.
La Octava Maravilla comparte con el Taj Mahal que ambos son un tributo al amor, lo mismo por lo cuidadoso de los detalles que por el hecho simple e innegable de que no son pocas las parejas que vienen a dedicarse las estrellas.
Petra está labrada en roca, La Octava Maravilla anclada a la montaña y tanto uno como el otro son lugares únicos de reflexión. Imaginar es una cualidad humana, quizá la más elaborada; dilucidar aventuras vividas y por vivir se convierte en una experiencia distinta cuando se hace desde este mirador, cualquier imagen se vuelve alucinante, las ideas casi que se pueden agarrar, escribir, asir.
Chichén Itzá parece un sueño, una ciudad irreal, sucede lo mismo con la Octava Maravilla, quienes vienen a conocerla regresan a casa con cierta sensación extraña, con un aroma como de risa y de flores, quienes vuelven a sus realidades sienten que aquí arriba estuvieron soñando.
Al final de la noche, no es de extrañar ver paseando por las mesas de la Octava Maravilla al Cristo Redentor que, cansado de su eterna pose sobre Río, decide fugarse a hurtadillas y venir a disfrutar de una picada, de un buen coctel.
Hasta ahora eran siete las maravillas del mundo moderno, sin embargo, en ninguna de ellas sirven las delicias que se preparan aquí. A decir verdad, lo que se quiso hacer en la Octava Maravilla fue la reunión de lo mejor de todas las anteriores con un toque autóctono de la cultura antioqueña… una Maravilla.